Mancheusted City. La ciudad sucia.

Era mi primer vuelo en avión. No había pasado más frío en mi vida, llegué a pensar que los sistemas de calefacción del aparato habían dejado de funcionar. Más tarde supe que no fue así, sino que nunca habían empezado, puesto que no existían. Los dedos, aunque aturdidos por la bajada drástica de temperaturas, todavía podrían servirme para tocar cumpleaños feliz en el piano. Cuando bajé a la pista noté que mi cabello iba un poco despeinado, era como si Llongueras y Paco Porras se hubieran enzarzado en una pugna estilística por ver quien peinaba peor.

Perdí las gafas durante el trayecto. Creo que fue cuando me agaché a rascarme el dedo gordo del pie desde la abertura -opus 5 para piano y saxofón en Re sostenido por una pinza menor- (comunmente llamada tomate) del calcetín, que a su vez se veía desde la parte superior de la suela despegada del empeine de púas. Mi zapato se asemejaba a la boca de algún pez de labio grueso agonizando en un mar de placton con chili picante.

No sabía si era mi falta de audición o era el ruido ambiente el que me impedía percibir las palabras que escupía, con salibazos incluidos, la azafata manca de la tripulación. Entendía palabras sueltas como: cuca, abrochénse los cojones, salida de emergencia (supuse que la salida de emergencia era la misma azafata pues no paraba de mirarme el paquete). Gracias a mi predilección fanática por las películas de desastres aeronáuticos, me sabía de memoría la retaíla rutinaria que decían sin ganas las tripulantes de las aerolíneas, lo cual me hizo sospechar de la inexistencia en mi plaza de vuelo de cinturón de seguridad, chaleco salvavidas o sillón bajo el que alojar el citado chaleco.

Más concretamente, era mi primer vuelo subido en una de las alas del avión. El ruido de los reactores me había impedido oir nada. Suerte que mi pantalón tenía belcro del bueno en la parte de lo que viene analmente llamándose ojete, ojal, sieso, pandero, locu, trasero, … etc, etc y consiguió adosarse al fuselaje del aparato con una fuerza equivalente a Match 5, y evitar así mi caidita de roma al vacío. (Nota mental: debería de darle una propina al dependiente maricón de mi mercería habitual).

Una vez alcanzada la calzada descalzo, debido al problema tomatil de mi zapato, seguí recorriendo el asfalto del aeorpuerto siguiendo las indicaciones pintadas en el suelo, entre las que se encontraban líneas, triángulos, cuadrados, flechas, arcos, indios, huellas de oso, el juego del guiso (ese que había que saltar a la pata coja, en busca de una piedra en un tablero con forma de cruz que pintábamos con tiza los niños de la generación de los ochenta -unos diez o quince años más tarde seguíamos jugando al mismo juego pero esta vez lo pintabamos con semen y jugábamos con señoritas desnudas-), un ajedrez, la silueta de Beremundo Filorte apuntando hacia el suroeste con un rollo de papel higiénico…

Supuse que todo esta iniciativa artística no provenía de la Oficina de Seguridad del Aeropuerto sino de algún gracioso con más tiempo libre que el sastre de Tarzán. Aún así las acaté con convicción, lo que me retrasó en varias horas alcanzaar la garita de seguridad para mostrarle el pasaporte al guardia Jurado (primo de Rocío) y adentrarme así en el Hall (que de haber sido un aeropuerto chiquitistaní se denominaría Jarl).

Me iba abriendo paso ante una ingente cantidad de basura, porquería, estulticia y varios patos de goma. La visión era desoladora. Un espacio tan grande y ocupado en un 20 % por gente y en un 80 % por tríos de tus (detritus).  Había momentos en que tenía que bucear entre la porquería. La gente no parba de chillar:

-UUUUUUUUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!!!

-AAAAAAARRRRRRRRGGGGGGGGGGGGGGGG!!!!!!!!

-OOOOOOOOEEEEEEEOOOOOOOEEEEEEEOOOEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!!!!!!!

Todo el mundo gritaba, los niños, los ancianos, los padres, los perros, los gaticos, los monetes, los hurones y hasta las arañas. Estaba extrañado por esta situación, así que me acerqué a preguntarle a un viajero que portaba varios periódicos atrasados en la solapa izquierda de su tercera chaqueta, a la vez que vestía con indiferencia dos gorros de lana con borlas, gafas del año 4, luciendo además una barba espesa pintada con canfor (que al revés sería para perros).

-Perdone caballero (por decirle algo), le gustan las coliflores al alba.

– A las ocho de la mañanas me como un kilo de bananas- me respondió.

-La ‘ese’ sobra-

Sí, pero si no, no rima. Y al que rima, Dios le ayuda.

-Por qué la gente no para de gritar cuando habla (o cuando no habla, gritando así sin más). Es un poco molesto, no cree.

-Recuerde hermano, que el caballo camina pa’lante y el caballo camina patrás. Acaba usted de aterrizar en Mancheusted, ciudad de Gran Gritania, de su nombre se debe este caos basurístico y auditivo. La gente como es tan educada le pide al prójimo que seá él el que ensucie: Mancheusted, no, no, mancheusted. Y así se pasan las horas muertas, llenando de suciedad toda la ciudad, sin haberlo pensado he creado un pareado, almeríaaaaaa, un inmenso coral es tu hermosa bahía, un globo dos globos tres globos, esta es la tarantela que viene y que va, chas, ….

Me alejé de aquel viajero con lamparones en la ropa intentando esquivar las canciones que lanzaba y engarzaba en pocos segundos. Se habiía vuelto loco, o quizás ya lo estaba. Lo único que sí era verdad era el nombre de la ciudad y del país que me había dado, o por lo menos concordaba con aquel caos.

Deambulando por las calles de la apestosa ciudad me puse a divagar: Para qué rayos había cogido yo ese avión, a qué había venido a este lugar, por qué el cielo es azul, a que se debe la pelusilla de los melocotones, por quíen doblan las campanas, y quién es el forzudo que consigue doblarlas, por qué abro la boca cuando miro al techo, por qué tenemos cinco dedos y no siete, quién le paga los viajes al Mocito Feliz, a qué huelen las nubes…

Sólo a ese último interrogante pude dar respuesta. Después de dos horas y media viajando sobre el ala de un avión a nosecuantos mil metros de altitud puedo demostrar bor mi bropia exberiencia que las nuebes huelen a…. aa, aaaaaaaa, aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhtchís!! Joder, otra vez me he resfriado!.

P.D. El que haya mirado al techo para comprobar que abre la boca al hacerlo es un monguer. 😀

8 comentarios en “Mancheusted City. La ciudad sucia.

  1. Nati

    Pues entonces entro en el club de las monguers porque he mirado al techo para comprobar lo de la boca. Jajajajaja
    Canfor=ParaPerros jajajaja.
    Que arte tienes.
    Una cuestión, el viajero raro que llevaba 3 chaquetas, dos gorros y gafas del año 4 está inspirado en el mosito feliz, pero el aspecto tb¿?
    Yo y mis preguntas…
    Alaaaa, ya tienes tu coment, cojo!

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